martes, 23 de febrero de 2010

Vergüenza ajena

  Lo de Eurovisión, además de ser una parida más gorda que un piano embarazado y más trasnochado que Chiquetete en sus buenos tiempos, es uno de esos eventos que reúne la caspa y el mal gusto que destilan los países participantes. Es como una convención en la que sólo se ofrecen dos tipos de productos: guapitos o guapitas (en solitario o en grupos de más) resultado de una maquinación comercial de pseudo-expertos, que más bien son vendedores de humo  (véase triunfitos o variados europedos), bien tarados mentales que tras pretextos de folclore, tradición o estilo alternativo, exprimen al máximo sus meninges para mostrar a Europa quién puede llegar a caer más bajo y ser la mayor risión de su país (véase al Rodolfo, al Poier y demás morralla). Dicho esto, paso a señalar dos ejemplos de cuánta vergüenza ajena pueden dar aquellos actos relacionados con esta chorrada:
  • La actuación de John Cobra: lo cierto es que seguía a este tipo hace bastante tiempo (sus vídeos en youtube son producto de una mente enferma, como la mía, y eso me molaba), pero después de haber visto su intervención en la gala de TVE, casi se puede ir a zurrir mierdas con un latigo.


  • La canción que finalmente nos representa: simplemente una palabra..."joder...". Ahora resulta que el "Gato" de Nada es para Siempre se deja el pelo a lo Garfunkel, a lo Punset, a lo Gagagñí, te mete pastel por la vena a kilotones, y ya tiene derecho a representar a un triste país con una cursilada que induce al coma diabético.


 Visto lo visto y citando a Marx: "Paren el mundo que me bajo".