viernes, 20 de agosto de 2010

¿Qué hacer en un aeropuerto?

  11 horas encerrado en la terminal de un aeropuerto dan para mucho -hechos reales-, sobre todo para pensar en qué enplear ese tiempo perdido hasta que tu maldito vuelo sale hacia su destino. Por si a alguien le queda aún por sufrirlo, o bien en un futuro no muy lejano se encuentra en esta situación, aquí van diez consejos que bien podrían salvar, si no su valioso tiempo e integridad física, si su cordura:
  • Hacer carreras por la terminal: perfectamente en modalidad por grupos -si vas con más personas- o individual -contra ti mismo, batiendo records propios-. Esos pasillos tan largos y lisicos bien merecen disfrutarse al límite, y qué mejor forma que corriendo por ellos. Cabe la posibilidad de hacerlo más completo si se disponen obstáculos para saltarlos, esquivarlos o directamente tragárselos, tales como carros con maletas, niños pequeños o viajeros despistados. La verdad es que resulta sospechoso -sobre todo para la policía que allí trabaja- ver a gente corriendo, pero una vez detenido y en el calabozo, con una simple explicación debería bastar. Recordar también que se puede hacer más interesante si las carreras se hacen en los carritos portamaletas, al estilo bobsleigh.
  • Conocer a gente: si se va solo y se tiene don de gentes, o bien se acaba de discutir con el compañero de viaje -tanto tiempo encerrado en un sitio hacen que cualquier tontería se convierta en motivo de discusión; de hecho, estadísticamente la espera en el aeropuerto es el tercer motivo que más divorcios produce, tras las reuniones familiares y los olvidos de aniversarios- y no se quiere permanecer sin conversar mucho rato, se puede acercar a un desconocido o desconocida -modo ligar activado- e iniciar una agradable conversción o lo que surja -"bienvenido al club del polvo en vuelo"- con frases como "Pues se ha quedado buena tarde"; "¡Ay, qué te cojo!"; "Alá Akbar"; "¿Cascomío?", etc.
  • Hacer la siesta: es tan fácil como ponerse a ello, si se es de los que se quedan dormidos encima de un grifo o mientras se pone el pijama. Si no, en las terminales hay farmacias mu ricas en las que te venden productos para dormir como un bendito. Precaución, eso sí, a los posibles hurtos de los que se pueda ser víctima, que diox dijo que fuésemos hermanos, pero no primos. Estaría bien hacer turnos de guardia con los compañeros -por tema de hurtos y de que el vuelo se largue sin nosotros-, o bien atarse el equipaje a la pierna y las cosas de valor bien alojadas vía rectal.
  • Hacerse el pasaporte: da tiempo de sobra, aunque no se necesite -ventajas de Schengen, que alguna debía tener-. Está curioso y queda molón mostrarlo en los aeropuertos, dando la impresión de ser un tipo con mucho mundo y que viaja a menudo. También tiene algún uso práctico, como el de ser necesario para viajar a ciertos sitios, pero nada importante.
  • Deambular arbitrariamente: las terminales suelen ser sitios, aunque cerrados, grandes, y disponen de muchas tiendas, pasillos y recovecos donde perderse. Al poco tiempo de estar allí, paseas entre las tiendas curioseando los artículos, haciendo alguna compra, etc. Al cabo de unas cuantas horas, uno parece que se haya escapado de Raccoon City : vaga por los pasillos, arrastrando los pies y sin prestar atención a nada. Sólo interesa una cosa: comer cerebros humanos que nuestro vuelo salga cuanto antes a fin de no convertirnos en Némesis.
  • Mirar constantemente los paneles de los vuelos: está bien andar pendiente de la evolución de los vuelos, sobre todo si es el nuestro el que se retrasa. Con el paso del tiempo terminas por pasar de mirar cuánto queda para salir y te encomiendas a San Judas Tadeo para que te saque de allí pronto, pero el instinto de supervivencia -o las ganas de acabar con la raza humana aeroportuaria, todo vale- te obliga a acudir a dichas pantallas cada 5 ó 10 minutos, si bien no te instalas definitivamente frente a ellas. A los compañeros de vuelo que has conocido en el aeropuerto y que ves que se acercan a mirar los paneles, cuando regresan les observas atentamente, clamando una sonrisa y un asentimiento con la cabeza que te confirme que la hora ha llegado de una puta vez. Un consejo: si se tiene acceso a internet, es más rápido y fiable enterarse por las páginas web de las autoridades aeroportuarias que en el propio aeropuerto.
  • Juegos de azar: dados, cartas, churro va, ruleta rusa, hacer la declaración de la renta,...todo vale con tal de distraerse. Y aunque no es un juego de azar -o sí-, un buen libro puede salvar una vida, o varias, dependiendo del grado de locura alcanzado.
  • Usar la imaginación: cosas tan hermosas como tallar el aire, recordar y reabrir viejas heridas y traumas, iniciarse en el breakdance -aprovechando los suelos encerados-, arrojarse kamikazemente contra los ventanales, provocar a la policía, hacer y deshacer el equipaje de forma obsesiva, hacerse una..., son actos nacidos de largas esperas en aeropuertos. El cerebro humano tiene un potencial enorme, que sólo sale a la luz en momentos de estrés absoluto.
  • Nada:
  • Hacer justicia: si al cabo de 10 horas nuestro vuelo no ha salido, existe una regla universal no escrita que se erige en la práctica como Principio General del Derecho o Derecho fundamental de la Constitución -depende del país en que nos encontremos y su ordenamiento jurídico-, por el que podremos agenciarnos una botella rota, un taco de billar o una lupara -según nivel de desesperación y circunstancias- y presentarnos en las oficinas de la compañía de nuestro vuelo, con el fin de hacer una reclamación seria con la que no se limpien el culo. Cabe decir que el 98 % de los viajeros que han tomado esta medida, del juzgado salieron inocentes y a hombros como los toreros. El otro 2 % se demostró que eran trabajadores insatisfechos que se hicieron pasar por viajeros con legítimas causas para atacar. También fueron declarados inocentes, aunque sin salida a hombros. 
¡Espero que os sirvan!